Una vez realizado este análisis, el reto es hacer los “ajustes razonables” a la inclusión y la diversidad, que consisten en eliminar las barreras físicas y mentales para satisfacer las necesidades especiales de las personas diversas, empleados y clientes, con una oferta y atención universal o para todos.
“Es más posible y fluido que una empresa diversa, que ha derribado el miedo a las habilidades diferentes y sabe convivir con ellas, y en la que todos sus miembros se sienten valorados, respetados y libres de ser quienes son, pueda pensar y crear una oferta para las capacidades múltiples; y además, vea como oportunidad de mercado a un grupo poblacional relevante que ha estado a la espera, por años, de servicios y productos inclusivos”, explica Sonia Gallardo Gómez, directora ejecutiva de El Comité.
En este sentido, agrega, “Un grupo en el que hay personas en condición de discapacidad tiene mayores posibilidades de formular y desarrollar estrategias que incluyan espacios, desarrollos tecnológicos, productos, servicios y una comunicación para todos, que derriben barreras físicas, virtuales y actitudes que desfavorecen la diversidad”.
Adicionalmente, saben que detrás de una persona diferente hay un grupo familiar que toma sus decisiones de consumo con base en la inclusión, lo que quiere decir que ser incluyentes no es un asunto de moda o responsabilidad social sino una visión de negocio y de mercado.