Pero más allá, Colombia tiene ocho entidades en el ranking de investigación, y dos se ubicaron entre las primeras cinco con mayores puntajes, la Fundación Valle del Lili, que ocupa el segundo puesto con 92 puntos, 27 proyectos de innovación y diez patentes; y la Fundación Cardiovascular, con 88,4 puntos, en el quinto lugar con 31 proyectos y nueve patentes.
Entre otros factores que suman a esta fortaleza, están las garantías éticas y de salud para la investigación clínica a través del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos – Invima, y de los Comités de ética, que tienen un alto perfil en términos de rigurosidad, pero que tiene el reto de avanzar en la homologación de sus conceptos y estandarización de procesos para proporcionar agilidad a las aprobaciones.
Ahora bien, la investigación clínica tiene dos campos, la investigación propia y por contrato; en la propia Colombia tiene experiencias muy positivas y es representativa en producción de conocimiento desde la academia, por ejemplo, la Universidad de Antioquia en enfermedades tropicales, enfermedad de Parkinson, malaria y leishmaniasis.
En estos casos, es difícil que los grupos de investigación universitaria puedan salir al mercado, puesto que, aunque tienen la posibilidad de patentar un desarrollo, se enfrentan a los grandes costos de proteger la propiedad intelectual porque los registros deben hacerse en cada país en el que se vaya a comercializar el producto, tratamiento o dispositivo médico.
En el campo de la investigación médica por contrato, las grandes compañías de la industria asumen la propiedad intelectual y patrocinan los proyectos de innovación y ensayos médicos por encargo.